Este blog ha permanecido sin movimientos. He tenido mucho trabajo. El mundo de la administración es difícil de explicar. De la administración del acero, aún más. En días recientes ha salido a la luz una purga sobre los escritores jóvenes de México. Tryno Maldonado, de quién leí su Viena Roja, editó un libro con sus 19 narradores que vendrán. Antonio Ortuño, en Letras Libres, agregó a la lista otros más. Todo inició con una crítica de Jaime Mesa en Laberinto y su consecuente burla de Heriberto Yépez.
Mesa dice que es una generación desencantada (tuvo la ligeresa de agregarse como uno de los narradores que vendrán al momento de hacer sus apuestas [qué valor el del muchacho, pero si nadie apostaba por él, bueno, tenía que hacer algo para aparecer en el mapa] que es, como al momento de hacer una antología, dárse el pésimo gusto de antologarse [agradecemos la calidez moral de Tryno Maldonado al no incluírse él, méritos y talento lo tiene de sobra]).
Yepez, que es un confrontador por naturaleza, pero confrontador inteligente, dijo que la generación de los setenta es tan vacía como las otras.
Ortuño, dijo lo obvio, que no están todos, pero se entiende que sólo quería animar la charla y Tryno, tuvo la excelente puntada de empezar a dar los nombres no sólo como una lista, sino con autores. Hay ahí varios de quienes no se sabe nada, pero sus méritos tendrán para estar ahí.
¿Cuál es el verdadero problema de la generación de los setenta? Que muchos escriben bien. Que muchos escriben bien, a secas, y nada más. Que muchos, como de los nacidos en los sesenta, escriben bien quirúrgicamente. Esto no es necesariamente malo. Incluso, da un poco de tranquilidad. A los 30 o 36 años han llegado con las armas listas. El acero está caliente, apenas se amolda a lo que serán. ¿Qué no es eso, de entrada, algo loable?
Ahora, las listas. ¿Tiene acaso, caso, hacer una lista? La de Mesa pierde valor por su inclusión. La de Ortuño, por su poca inspiración. Lo de Tryno, se entiende, tenía que hacer un libro. Lo de Yepez, bueno, tal vez un día de estos una narradora le explote en las narices con suficiente fuerza para hacerlo que se desmienta. Tal vez sea una o alguno de mis casi 120 escritores en mi rastreo.
